¿Mi hijo me ve como un adulto feliz?


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Hace semanas, en horas de la tarde y con mi hijo en casa, yo iba de un lado para otro ordenando cosas, cansada de trabajar en la mañana, continuar con los quehaceres de la casa en la tarde, sabiendo que debía terminar rápido para ayudar a mi hijo con su tarea, bañarlo, jugar un poco con él, preparar algo para cenar, acostarlo, seguir ordenando cosas y regresar a trabajar durante la noche. Me sentía agotada y hasta frustrada de solo pensar que quizás no me alcanzaría tiempo para todo y tendría que acumular trabajo para el día siguiente. En ese momento me detuve (mentalmente, porque seguía de un lado para otro) y me vi. Vi a una mamá acelerada, preocupada, sin una sonrisa, y vi a un niño, que jugaba tranquilo, sin prestar mayor atención a los correteos de su madre, porque ya se acostumbró a verla así. Entonces me pregunté:

¿Quiero que esto sea un escenario normal en la vida de mi hijo?

Si todo esto, los quehaceres y el trabajo, son de nunca acabar, pero la infancia de mi hijo sí pasará ¿por qué estoy dejando que ocupen tanto espacio en mi vida?

¿Soy un buen modelo de adulto para mi hijo? ¿Mi hijo me ve feliz?

La forma en la que somos criados, los hábitos y valores presentes en casa cuando somos niños, son parte de quienes somos cuando llegamos a la vida adulta. Claro que podemos cambiar algunas cosas, pero mucho de nuestro hogar nos acompaña toda la vida.

Cuando era niña, pasaba poco tiempo con mis padres, ambos trabajaban fuera de casa y cuando estaban en ella siempre había cosas que limpiar o reparar. Veía a mi madre ocupada con los quehaceres (tengo entre las imágenes de mi infancia, su espalda, pues siempre que volteaba a verla ella estaba lavando, cocinando o limpiando). La infancia de mi esposo fue similar, por lo que decidimos hacer las cosas diferentes para brindarle a nuestro hijo una infancia diferente, con mayor presencia de sus padres, especialmente de mamá. Por eso trabajo en casa. Pero muchas veces el trabajo y los quehaceres me sobrepasan, y termino haciendo eso que quería evitar, dejarme envolver por otras ocupaciones y preocupaciones que restan el tiempo valioso que podría compartir con mi hijo. No deseo que esto sea normal para él, no deseo que me recuerde acelerada por la casa lavando, limpiando o trabajando, no deseo que lo repita con sus propios hijos. Quiero que me recuerde tranquila, sonriendo, con la energía suficiente para disfrutar juntos sus juegos... feliz, que sea un recuerdo tan bonito que él desee dejarle eso también a sus hijos.

Él ya tiene 6 años, aún se acurruca en mi cama para dormir, tiene peluches favoritos que abraza todos los días con ternura, baila feliz con la canción de Don Gato Ron Ron, pero también me despide rapidito en la puerta del colegio, ya no baila en la calle como antes, juega fútbol y no se quiere perder ningún partido de la selección nacional, ahorra y tiene planes para esos ahorros. Está creciendo y sus necesidades son mayores. Es curioso, analítico y crítico, y así como observa el tráfico y está atento a todas las faltas de los conductores y peatones, analiza y opina sobre los reportajes de la televisión, me pregunta sobre Dios y la Biblia, sabía que no pasaría mucho tiempo para que su curiosidad lo lleve a preguntarme "¿qué significa ser adulto?"

Como sabía qué me quería preguntar mi hijo, pues constantemente se queja de no poder ir a dormir a la hora que quiere, de que ya sabe lo que tiene que hacer, pero se lo repiten (y es que no lo hace) y unas cuantas cosas más, traté de responder a su pregunta de la forma más real y satisfactoria posible, pero fue inevitable mencionar las responsabilidades. Le mencioné la capacidad de poder hacer lo que uno quisiera, viajar, pasear, dormir, comprar cosas... siendo responsable de uno mismo y de sus actos pues no se tiene a papá o mamá que nos recuerden qué hacer. Él me respondió de manera contundente: "¡Quiero seguir siendo niño!" Creo que, por lo que ve en sus padres, tiene más claro el lado de “las responsabilidades de un adulto” que pesaron más sobre los “beneficios” de serlo, al hacer su evaluación.

Cuando era niña, un par de veces deseé ser adulto "para hacer lo que quisiera”, en el deseo inocente de todo niño de hacer cuanto le plazca y no tener a nadie que le recuerde sus responsabilidades, como sinónimo de felicidad. Hoy me cuesta creer que sí estoy haciendo lo que yo quiero, pero no lo estoy disfrutando. Tengo un hijo sano, hermoso y amoroso, un esposo que lo adora, trabajador y que se preocupa por el bienestar de su familia, todo lo material necesario para vivir tranquila, y lo más importante, toda la capacidad para aprovechar cada día al máximo y ser feliz. Entonces ¿qué está pasando? La respuesta es tan simple y tan fácil de olvidar. No estoy estableciendo prioridades.

Establecer prioridades en el ámbito laboral puede ser tan sencillo, pero solemos complicar las cosas cuando se trata de nuestro ámbito personal y familiar.

A mi hijo le enseño desde que tiene meses de nacido el concepto de orden. Este concepto se va afianzando con el tiempo. Va aprendiendo sobre rutinas, hábitos y valores.  Aprende sobre emociones y expresiones. Sabe lo que es estar feliz, ahora. Y quiero para él la capacidad de disfrutar la vida y llegado el momento, ser un adulto feliz, pero ¿cómo lo aprenderá si no lo ve en sus propios padres? Por mí y como modelo para mi hijo, es algo en lo que tengo que trabajar.

Finalizamos la plática mencionando que los seres humanos pasamos por diferentes etapas. Que en un futuro será un adulto, pero aún tiene mucho por jugar, conocer, aprender y descubrir en el presente, como el niño maravilloso que es.

Yo espero convertirme en un buen modelo de adulto para mi hijo, uno por encima de todo, feliz. 


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