Leer desde pequeños estimula la imaginación, amplía el lenguaje y fortalece la empatía. Cada historia ayuda a nuestros hijos a comprender el mundo, a expresarse mejor y a descubrir el placer de leer. Pero, ¿cómo podemos formar lectores si vivimos rodeados de pantallas y estímulos digitales? ¿Es lo mismo leer un libro físico que un libro digital?
Claro que los libros digitales tienen ventajas: son prácticos, económicos y caben en cualquier dispositivo. Pero si lo que buscamos es formar el hábito lector —especialmente en los más pequeños—, los libros en papel siguen siendo el mejor camino. Te cuento por qué:
1. Favorecen la concentración y el disfrute sin distracciones.
Un libro físico ofrece calma. No hay notificaciones ni sonidos que interrumpan.
Cuando los niños tienen un libro en las manos, se enfocan en la historia, en las ilustraciones, en los personajes… y logran conectarse con lo que leen.
Su mente se relaja, su atención se fortalece y la lectura se convierte en un momento tranquilo y placentero.
2. Estimulan sus sentidos y fortalecen su motricidad.
Los libros de papel se sienten, se huelen, se hojean.
Ese contacto físico activa la memoria y convierte la lectura en una experiencia real.
Al pasar páginas, señalar dibujos o seguir líneas con el dedo, los niños desarrollan coordinación, atención y curiosidad. Leer deja de ser algo que “se mira” y pasa a ser algo que se vive.
3. Crean recuerdos y fortalecen la conexión entre padres e hijos.
Para los más pequeños, leer con papá o mamá un libro impreso es un momento que se guarda en el corazón. Es sentarse cerca, compartir una historia, reírse o emocionarse con los personajes.
Un libro en papel puede dedicarse, prestarse, conservarse con cariño.
Y eso hace que los niños asocien la lectura con el amor y la cercanía, no solo con el aprendizaje.
4. Favorecen la comprensión y desarrollo de la memoria.
Los niños entienden y retienen más cuando leen en papel.
El libro les ofrece una estructura física —saben dónde empieza y termina, pueden volver atrás, detenerse o releer—, lo que favorece la comprensión y la memoria.
Además, el ritmo pausado del papel invita a reflexionar, a hacerse preguntas y a pensar más allá del texto.
5. Fomentan la responsabilidad.
Tener un libro propio da orgullo. Pueden escribir su nombre, ponerle una etiqueta, cuidarlo y guardarlo en su rincón favorito. Eso les enseña responsabilidad, respeto por los objetos y amor por el conocimiento.
6. Motivan la formación de la rutina lectora.
Los libros físicos están ahí, a la vista: en una repisa, en la mochila o junto a la cama.
Su presencia invita a abrirlos, a leer un poquito cada día.
Así, poco a poco, la lectura se convierte en parte de la vida cotidiana, en un hábito que acompaña.
Los libros digitales son prácticos, sí. Pero, ninguna pantalla puede reemplazar el valor emocional, educativo y humano de un libro físico.
El papel invita a detenerse, a mirar con calma, a imaginar sin límites.
Y eso —esa conexión profunda y sencilla— es justo lo que nuestros hijos necesitan para crecer como lectores curiosos, sensibles y felices.
¿Deseas fomentar el hábito lector en casa y no sabes cómo empezar?
Hazlo jugando.


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