Fui criada en un hogar conservador y
machista. Con amor sí, pero con reglas, costumbres y prejuicios muy limitantes.
Desde pequeña renegaba de muchas cosas pero no me atrevía a discutirlas porque
no era lo correcto, pues se debía respetar o mejor dicho “acatar” los que los
padres decían. Mi adolescencia fue difícil para mis padres, seguro que sí, y no
porque me la pasara con amigos olvidando mis responsabilidades, en fiestas, o
hubiera adquirido algún mal hábito, sino porque vivía en el interior de mi
hogar mi propia batalla. La batalla contra el machismo, ejercida por mi padre y
mi madre.
Mensajes como: “Las mujeres son para la
casa, el hombre para la calle”, “Las mujercitas se comportan de esta forma”, o
ver día a día como mi padre se concentraba en su trabajo y descansaba cuando
estaba en casa, mientras que mi madre, trabajando tanto como él, se encargaba de casi todas las labores domésticas y nos ayudaba en cuanto podía, a mi hermana y a mí con las tareas del colegio, eran para mí situaciones injustas.
Con los años, la dinámica familiar mejoró un poco, pero no era suficiente para mí. Me fui de la casa en un momento en el que sentí
que ya no podía más. Quiero a mis padres, me inculcaron valores que forman parte de mi personalidad y de las que estoy orgullosa, pero también me
enseñaron mucho de lo que no quiero para mi vida, y la principal, es vivir en
el machismo.
Así como yo, el padre de mi hijo fue criado
en el machismo, lo cual no me afectaba en lo mínimo antes de convertirnos en
padres. Creo que a pesar de estar juntos muchos años manteníamos
nuestra individualidad y nuestros mundos muy diferenciados. Cuando uno se
convierte en padre todo cambia y cada una de nuestras acciones y reacciones son
lecciones para nuestros hijos que van formando
su carácter y personalidad.
Soy un padre de hoy y busco la equidad.
Un día, le conté al padre de mi hijo (en
ese entonces con menos de dos años de edad) lo mucho que él se divertía sacando
y guardando táperes, vasos y coladores de la cocina. En ese momento se me
ocurrió: "¿¡Y si le compro un juego de cocina, con ollas y platitos!?" A lo que
recibí un tajante y algo burlón “No ¿¡Acaso es una niña?! Luego va a querer
muñecas”. Mi esposo me sorprendió así con la primera muestra de machismo que sí
importó para mí, pues se trataba de la formación de nuestro hijo. Los juguetes
no tienen género.
En ese momento le expliqué lo sorprendida
que estaba y expuse por primera vez, la necesidad de cambiar esa mentalidad, lo
cual no le iba a ser fácil, éramos conscientes de ello, pero teníamos una
gran motivación: el amor hacia nuestro hijo.
Son muchas las ocasiones en las que he
recibido comentarios y actitudes machistas por parte del padre mi hijo, pero
inmediatamente conversamos sobre ello y lo acepta como un error. Somos padres
de hoy, y nuestra labor no se debe centrar en el mundo que le dejamos a
nuestros hijos, sino en las personas que le estamos dejando al mundo, y yo no deseo que mi hijo se convierta en un hombre machista.
El color rosa es de niñas.
Con el inicio del nido o del colegio, los
padres debemos aceptar que nuestros hijos pueden ser influenciados
negativamente, es normal. Por muy buena que sea la institución educativa en la
que confiemos la educación de nuestros hijos, desconocemos la formación que sus
compañeros reciben en casa.
Hace poco, mi hijo de 6 años, me contó que en
el colegio a la hora de colorear y él preferir el color rosa para diferentes
cosas, un compañero le dijo varias veces “De ese color no, es color de niñas”.
Mi hijo me dijo triste que de todas maneras utilizó el color rosa, pero que se
sentía avergonzado. “Yo lo usé porque es mi color favorito, pero no quería que
me dijera esas cosas”.
¿Acaso un niño por sí solo es capaz de
asignarle género a los colores? ¿Cuántos mensajes de este tipo estamos enviando
a nuestros hijos a lo largo de su vida? Si buscamos un mundo con equidad entre
hombres y mujeres ¿por qué seguimos hablando de cosas de niños y cosas de
niñas?
Los juguetes, los deportes, los colores,
las actividades en casa, de entretenimiento, la disciplina, no tienen género.
Criemos a nuestros hijos en completa libertad, de expresarse, descubrir y
aprender.
Superhéroes y Princesas.
¿No hay otra cosa? Hace poco, buscaba unas
camisetas para Rodri y toda camiseta que llevaba estampados trataba de
superhéroes. “Para niños hay esto”, me decían las vendedoras. Y mi hijo, ya
cansado de encontrar lo mismo les decía “no quiero superhéroes, quiero colores,
ciudades, ¡otra cosa por favor!” Ese día regresamos a casa sin camisetas.
En las tiendas podemos notar claramente la diferencia. Sector de niños y sector de niñas, juguetes de niños o de
niñas, sector celeste o rosado, superhéroes o princesas. Si queremos algo diferente
tenemos que buscar algo “especial” y/o pagar más, porque “no es lo común”.
Erradicando el machismo.
¿Queremos un mundo mejor para nuestros
hijos? Pues criemos con amor y sin diferencias.
- Dejemos atrás nuestra propia crianza. Como nos criaron a nosotros no es necesariamente la forma como debemos criar a nuestros hijos.
- Dejemos de usar el “es de niño” y “es de niña”. Los colores, los deportes, las labores en casa, las actividades de ocio, etc. No tienen género.
- Dejemos de criar superhéroes y princesas. Criemos niños sensibles, empáticos, respetuosos, valientes, que se amen a sí mismos, que disfruten de la amistad, que sepan que son tan especiales como lo es todo niño.
- Enseñemos con el ejemplo a ser personas útiles, para nuestra familia y la sociedad. Fomentemos la creatividad y el trabajo en equipo. Todos podemos hacernos cargo de todo. Todos podemos trabajar juntos para lograr mejores cosas.
¿Tu hijo o hija ha recibido alguna vez
algún comentario machista o un trato diferente por su género? Cuéntanos
tu experiencia.
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